DIARIO DE LECTURAS #08

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En la entrada anterior hablé bastante de Andrés Ibáñez. He tenido la suerte de conocerle y escucharle este fin de semana, y ha sido una experiencia de lo más agradable y satisfactoria. Su último libro, Construir un alma (Galaxia Gutenberg, 2018), está a caballo entre el manual de meditación y la crónica de vivencias personales. Andrés Ibáñez lleva décadas profundizando en un aprendizaje espiritual a través del yoga, la meditación, el Cuarto Camino y las enseñanzas chamánicas americanas. En este libro, seguramente el más personal de todos los suyos (y todos lo son, y lo son bastante) comparte sus experiencias, nos ofrece decenas de técnicas de meditación y propone una tesis realmente jugosa (no la comparto necesariamente, pero me parece muy digna de tener en cuenta): el próximo paso evolutivo de la humanidad va a tener que venir a través de la meditación, y del cambio y ampliación de la percepción que esta conlleva. Demostrado sobradamente que ni la filosofía, ni la religión, ni la política han conseguido una evolución y una mejora en la Humanidad (o, al menos, hace tiempo que dejaron de hacerlo), el despertar de la conciencia que surge de la experiencia íntima y profunda de la meditación será el siguiente paso de evolución del ser humano.

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Hablando de expandir y despertar conciencias, el gran Luis Racionero nos contaba hace 30 años en estas fabulosas Memorias de California (Mondadori, 1988) sus experiencias en Berkeley en el 68. Es este un libro divertidísimo, donde cuenta el choque cultural y el descubrimiento de la vida protagonizado por él mismo, pequeñoburgués hirsuto que, procedente de la gris España de los 60, aterriza en pleno 68 en una California por donde pululaban en su salsa todo tipo de gurús, poetas, sabios, farsantes y demás seres fabulosos como Alan Watts, Timothy Leary, Allen Ginsberg o Angela Davis. Allí descubre en unos meses centenares de personas, libros, sustancias y filosofías que le cambiarían la vida para siempre. De Carlos Castaneda a Lao Tse, del I Ching al LSD, todo ello narrado con la ironía y el sentido del humor (a veces encantadoramente trasnochado) propios de Racionero, uno de esos tipos a los que me encantaría llegar a conocer alguna vez en persona.

A quien ya no conoceré es a Roberto Bolaño pero lo pienso ir descubriendo poco a poco, sin ninguna prisa, a través de sus libros. Ya he escrito en alguna ocasión que me echa un poco para atrás la mitificación a que ha sido sometido tras su muerte, pero supongo que eso no es culpa suya y no tiene que empañar la lectura de sus obras. Una novelita lumpen (Anagrama, 2013) se lee, literalmente, en un rato. No es ninguna obra maestra pero es encantadoramente breve, está muy bien escrita y acabo de descubrir que existe una versión cinematográfica protagonizada por uno de mis actores fetiche, el gran (en todos los sentidos) Rutger Hauer. No se me ocurre mejor destino para una obra literaria que acabar siendo protagonizada por este mito del eurocine más extraño.

Extraños son, y mucho, los cuentos del mexicano Francisco Tario. La noche (Atalanta, 2012) contiene íntegro el libro del mismo título, publicado originalmente en 1944, así como otros relatos extraídos de Tapioca Inn: mansión para fantasmas (1952) y Una violeta de más (1968), su último libro. De padres españoles, exfutbolista y vecino de Octavio Paz (circunstancias que no es que aporten nada especial a su obra, pero me gusta nombrarlas), sus cuentos están plagados de fantasmas y premoniciones. Se desarrollan en una atmósfera onírica y extraña, a veces grotesca. En sus relatos los objetos tienen alma, y muchas veces voz propia, los fantasmas son tristes y los sueños tan reales como la vigilia. Me recuerdan mucho a otros dos compañeros de generación, como Felisberto Hernández y Julio Cortázar. No todos sus cuentos tienen la misma calidad, pero hay 3 o 4 (por ejemplo «La noche de Margaret Rose» o «El mico») que se podrían incluir sin temor en cualquier antología de literatura extraña.

No me atraen en exceso las lecturas muy extensas, y estos días he leído a dos poetas norteamericanos cuyas obras tiene dos características que valoro en la poesía: la brevedad y la sencillez. De Amy Lowell, El Jardín de Sevenels (Torremozas, 2007), y de William Carlos Williams, Poemas (Visor, 1985). De la primera me han gustado sus poemas de amor, digamos, cotidiano, así como su interés en la poesía oriental. Del segundo me encanta su extraño nombre y también esa especie de mirada también orientalizante que le hace concentrar su atención en un detalle apenas insignificante (el gato sobre la alacena, las ciruelas del desayuno…). También le agradezco, aunque él no tuviera nada que ver, el haber sido fuente de inspiración de esa maravillosa película dirigida en 2016 por Jim Jarmusch, Paterson.

El último ensayo de Blackie Books ha atrapado mi interés desde el mismo título: Contra la lectura (2018), de Mikita Brottman. El título original, The solitary vice, también lo hubiese hecho, y quizá hasta más… pero bueno, son detalles menores. En este ensayo la autora ofrece un manifiesto por una lectura libre, sin prejuicios, basada en el placer y en los gustos propios. Nada tan dañino, afirma, como leer por obligación, o leer a determinados autores solo por el hecho de que ‘hay que leerlos’, o esa absurda costumbre de colegios e institutos de dar preferencia a los autores locales (yo, por ejemplo, recuerdo haber dedicado muchas más horas a estudiar autores valencianos que europeos…). No es un estudio excesivamente profundo, y algunas conclusiones están hechas demasiado a la ligera, pero tiene la virtud (se me ocurren pocas más importantes) de pertenecer a la categoría de esos libros que se leen con una sonrisa. No es poco.

Por placer, y por ser una especie de biblia de la cultura guarra y del cine más oculto y desquiciado, leo desde hace muchos años el fanzine 2000 maníacos. Quitando los primeros números, totalmente inencontrables, puedo presumir de tener casi completa mi colección. Uno de los que me faltaban era este número, el 30, aparecido en primavera de 2004. En él tenemos entrevistas con gigantes como Antonio Escohotado, Miguel Ángel Martín o Screamin’ Mad George, artículos sobre videojuegos extremos y folletines bizarros, críticas de películas inencontrables y un buen número de páginas de un dossier dedicado al cine porno norteamericano de los 70, todo ello encabezado por una de las mejores portadas del fanzine, con la inquietante Vanessa del Rio en inequívoca pose…

La última de mis lecturas de estos días viene a completar el universo del Caballero oscuro al que hice referencia en la entrada anterior. Se trata de El regreso del caballero oscuro: La última cruzada (ECC, 2016), de Frank Miller y Brian Azzarello, con dibujo de John Romita Jr. Está ambientado unos años antes de la historia que cuenta El regreso del caballero oscuro (que debería volver a leer… ya que apenas recuerdo la historia) y narra un oscuro y crucial episodio protagonizado por Batman, Robin y Joker. Aunque supongo que no está a la altura de los grandes cómics de Batman, a mí, que no soy ningún experto, me ha parecido un episodio estupendo, con un dibujo muy clásico y efectivo, y un guion que profundiza en varios aspectos que me interesan bastante de estos personajes.

3 comentarios en “DIARIO DE LECTURAS #08

  1. theburningheart dijo:

    Buena seleccion, parece ser que te gusta leer de todo, como a mi, claro que respeto los gustos de cada quien, solo tiendo alejarme un poco, de lo que se publica presentandolo con bombos y platillos, como novedades que todo mundo debiera leer, con fines mas de lucro, que de calidad literaria. 🙂

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